El método de Thomas García para la ruleta

Ruleta de casino profesional

A pesar de que España es un país en el que los juegos de azar tienen bastante popularidad y su sector representa dinero, trabajo y sobre todo entretenimiento, hemos visto pocos jugadores destacados que hayan conseguido salir de los casinos como triunfadores. Y eso que en España hay muy buenos casinos, los mejores se encuentran en las grandes ciudades por norma general, pero los jugadores no han terminado de dar con la tecla y de pillarle el tranquillo a eso del juego. Quizá es porque entendemos la verdadera raíz de lo que es el azar y la fortuna.

Quizá la familia Pelayo sea la única que ha roto con esos esquemas, convirtiéndose en el terror de la ruleta y de todo lo que la rodea. Sin embargo, hay otros ejemplos en los que nos podemos fijar y es bueno echar un vistazo a personajes como Thomas García. Un barcelonés que también quedó encandilado por las mieles de la ruleta y que tuvo su idilio con ella allá por la mitad del siglo XIX, cuando los salones de juego eran casi una quimera y cuando el sector no terminaba de estar subdesarrollado, como ocurre ahora.

García fue un hombre de buena familia. Un hombre adinerado que no pasó calamidades económicas y que en todo lo que hacía era muy persistente. Le gustaba insistir hasta que conseguía lo que quería, o hasta que se daba de bruces con la realidad. El juego fue una de esas pasiones y la ruleta en concreto le encantaba. También hubo otros juegos de cartas que practicó y de hecho la opinión pública siempre lo consideró como una especie de estafador que marcaba las cartas y acababa ganando sus partidas de una forma poco lícita. Incluso se le atribuía haber tenido algún problema con algún casino.

El caso es que García viajaba por todo el mundo por motivos de trabajo y allá donde iba y podía aprovechaba para jugar. Fue en 1860 cuando se acercó al Casino de Homburg, el hogar del mago François Blanc, y allí gestó una auténtica leyenda en la ruleta. Engalanado con ropa impecable, objetos de mucho valor y muy perfumado se presentaba en la ciudad alemana, algo que no pasaba desapercibido para los que frecuentaban el casino. Pero lo que también denotaba el español es que era un hombre frío. No expresaba los sentimientos, tampoco cuando ganaba, y aunque perdiera lo seguía intentando.

En una mesa donde las apuestas se realizaban a una velocidad mucho mayor consiguió en cuestión de una semana adjudicarse más de 750.000 francos. ¿Cómo lo consiguió? A través del denominado como “método García”. Él mismo había conseguido diseñar su propio sistema para poder ganar a la ruleta y que posteriormente sería redescubierto por otros expertos en los juegos de azar como el método de la bola de nieve. García pensaba que su sistema era perfecto y que con el conseguiría llegar a poner en jaque muchos de los casinos que tenía como objetivo. Pero esa fórmula también tenía sus problemas.

Thomas Garcia

El método básicamente trataba de coger una cantidad concreta de dinero, la que le parezca bien a cada uno jugar. Un tercio de esa cantidad se utiliza en una primera apuesta, y si esta resulta perdedora, apuestas los otros dos tercios, es decir, el resto. Ganes, ya sea con la primera o con la segunda apuesta, siempre vas a conseguir ganar un 33% más de lo que tenías. La única posibilidad que existía de perder es que perdieras las dos apuestas, pero eso a García no le parecía algo por lo que preocuparse. Quizá porque para él el dinero no era un problema.

Esto te permitía ganar dinero muy rápido, como le ocurrió la primera vez al catalán, pero también podías perderlo muy deprisa si alcanzabas una mala racha. Y esto también le acabó pasando. Aquel día de 1860 su agente consiguió que dejara de jugar y se marchara por todo lo alto con sus ganancias, pero no pudo evitar que un año después completara una auténtica ruina. Un episodio que manchó la gran reputación que tenía, aunque como decimos a la gente no le sorprendió demasiado porque la impresión que daba era de ser un hombre muy jugador al que poco le importaba ganar o perder. Lo que quería era comprobar la fortaleza de su sistema de forma constante.

Un sistema que le falló en 1861 en su regreso a Homburg. Aunque por entonces no contaba con la misma cantidad de dinero para apostar que la otra vez, dejó mucho dinero en el camino a base de apuestas mediante el método García. Incluso después de haber perdido todo lo que tenía, decidió cobrarse un préstamo que había dejado a un conocido solo para seguir utilizándolo en la ruleta. Quería recuperarse como fuera. Sin embargo, no lo iba a lograr.

Lo acabó perdiendo todo y se marchó de Homburg desolado después de lo ocurrido. Aunque posteriormente siguió jugando, el episodio le dejó tan tocado que nunca regresó a la ciudad ni al casino alemán.

El pensar que era un hombre inteligente, capaz de crear su propio sistema y con unos ideales en los que creía hasta el final, solo es cuestión de fe. Lo mismo que pensar que realmente esa fórmula no era fiable para ganar matemáticamente a la banca y que realmente tenía más de estafador y derrochador que de buen jugador. El caso es que fue un español que se dedicó profesionalmente a los juegos de azar y que ganó importancia en su época.