Los juegos que inspiraron poemas de Jorge Luis Borges

Considerado como uno de los mejores escritores de Argentina y la literatura universal, Jorge Luis Borges tiene ganado su lugar como una de las mentes más brillantes de la historia.

Cuentista, ensayista, poeta y traductor, es autor de una amplia obra que ha sido fundamental para darle forma al habla hispana. La mente detrás de libros como El Aleph y Ficciones fue un apasionado de los sueños, la filosofía y la mitología europea.

Pero otro aspecto importante de Borges, a quien muchos le atribuyen ser uno de los precursores del realismo mágico en la literatura hispanoamericana, también sentía fascinación por el juego. Cartas y juegos de mesa eran algunas actividades que llegaron a llamarle la atención y que incluso formaron parte de su obra.

Jaime Poniachik reveló en su libro Jugar con Borges que, en 1981, visitó al afamado escritor en su casa sobre la avenida Maipú, en la zona metropolitana de Buenos Aires.

Durante la plática, Poniachik le dijo que hablaran sobre juegos, a lo que Borges respondió que le parecía una buena idea, al punto de que en su primer libro escribió un poema sobre el truco, el cual “no era muy bueno”, a su consideración.

El Truco

Cuarenta naipes han desplazado a la vida.

Pintados talismanes de cartón

nos hacen olvidar nuestros destinos

y una creación risueña

va poblando el tiempo robado

con floridas travesuras

de una mitología casera.

En los lindes de la mesa

la vida de los otros se detiene.

Adentro hay un extraño país:

las aventuras del envido y quiero,

la autoridad del as de espadas,

como don Juan Manuel, omnipotente,

y el siete de oros tintineando esperanza.

Una lentitud cimarrona

va demorando las palabras

y como las alternativas del juego

se repiten y se repiten,

los jugadores de esta noche

copian antiguas bazas:

hecho que resucita un poco, muy poco,

a las generaciones de los mayores

que legaron al tiempo de Buenos Aires

los mismos versos y las mismas diabluras.

Jorge Luis Borges

 

Borges tenía cierto gusto por estos juegos, pero el truco era especial, pues le recordaba un poco al ajedrez y le generaba emoción el ganar por interés propio, lejos de otras jugadas, como en póker o ruleta, las cuales son mucho por dinero.

“A lo largo de mis 81 años yo he observado que nunca se dice ‘gané tanto al truco’, sino ‘le gané a Fulano al truco’. Es un juego personal en el que las sumas de dinero no importan. Lo mismo da que se gane poco o que no se gane nada, lo importante es el jugador mismo, su inteligencia, su viveza”, señaló el mítico escritor.

Sobre otro de sus poemas, dedicado al ajedrez, considera que se trata de uno de sus buenos poemas. Su acercamiento a este juego de mesa se dio gracias a que su padre le empezó a enseñar a jugar y que recordaba a una señora poco brillante que nunca perdía.

“Jugaba con mi padre, jugaba con muy buenos jugadores, hablaba sobre sombreros, sobre modas con mi madre, movía las piezas y ¡ganaba siempre! No era nada inteligente. Muy encantadora, muy linda, muy frívola, muy boba, pero no sé cómo tenía esa habilidad”.

Ajedrez

I

En su grave rincón, los jugadores

rigen las lentas piezas. El tablero

los demora hasta el alba en su severo

ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores

las formas: torre homérica, ligero

caballo, armada reina, rey postrero,

oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,

cuando el tiempo los haya consumido,

ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra

cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.

Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada

reina, torre directa y peón ladino

sobre lo negro y blanco del camino

buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada

del jugador gobierna su destino,

no saben que un rigor adamantino

sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero

(la sentencia es de Omar) de otro tablero

de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.

¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza

de polvo y tiempo y sueño y agonía?

Jorge Luis Borges

 

Para Borges, la ruleta y el póker son juegos atractivos pero que, sin dinero, no generan el mismo atractivo. “Si se jugara por caramelos a la ruleta, nadie jugaría”, ejemplificaba. “El truco está hecho para matar el tiempo”.

Borges jugaba mucho truco con sus amigos, con partidas frente a Néstor Ibarra, conductor de programas radiofónicos y televisivos, así como periodista argentino, gente cercana como Carlos Pérez Ruiz y caudillos como Nicolás Paredes, conservador de Palermo y protector del poeta Evaristo Carriego.

Asimismo, reveló una curiosidad: pese a que tiene un poema dedicado al Go, un popular juego de mesa en el lejano Oriente, realmente nunca llegó a jugarlo en alguno de sus viajes a Asia, sino porque llegó a escuchar de él y le escribió un poema por el hecho de ser enriquecido.

“No lo iba a aprender a jugar nunca. Lo hice por saber que había un juego que se llama Go”.

Go

Hoy, nueve de setiembre de 1978,

tuve en la palma de la mano un pequeño disco

de los trescientos sesenta y uno que se requieren

para el juego astrológico del go,

ese otro ajedrez del Oriente.

Es más antiguo que la más antigua escritura

y el tablero es un mapa del universo.

Sus variaciones negras y blancas

agotarán el tiempo.

En él pueden perderse los hombres

como en el amor y en el día.

Hoy nueve de setiembre de 1978,

yo, que soy ignorante de tantas cosas,

sé que ignoro una más,

y agradezco a mis númenes

esta revelación de un laberinto

que nunca será mío.

Jorge Luis Borges